lunes, 18 de marzo de 2013

Soledad


Un reino remoto
(En memoria de Ángel Luis)


La tarde muestra una luz pálida
que viene de un reino remoto.
Muy silencioso y quieto, tiene
lo lejano como lo próximo
no sé que calidad de sueño
que acaso está solo en mis ojos.

Voy por los campos que se funden
en la gran soledad. Me asomo
al agua: tiene a flor de ola
su cantar para mí. Y no logro
con las manos del corazón
tocar su verde misterioso.

Busco, detrás de lo evidente,
el zumo de los sueños. Rozo
con mi mano la hierba fina
como un metal maravilloso.

Golpeo con el corazón
el tronco duro de los olmos.
Pido tan solo una palabra
que me salve. Pido tan solo
una palabra.
                  Y así sé
que nos vamos quedando solos.

Me parece que todo huye,
que se aleja a un golpe loco.
(Y nos vamos quedando solos.)

Pedimos, pero no encontramos
lo que ha sido tan de nosotros.
(Y nos hemos quedado solos.)

Más aún acecha otra manera
de soledad, un doloroso
remate de la soledad.
Cuando alguien muere, cuando todo
confabulado nos olvida
y queda nuestro mundo roto;
cuando llamamos, cuando no
nos resignamos, es hermoso
sentir el alma dolorida,
porque así sabemos que somos.

Pero si el alma se serena,
entonces sí que acaba todo:
nos quedamos sin el que fuimos
que no podía vivir solo.
Es contemplar sin rebelarse
cómo nos roban nuestro oro:
el metal que alegra la vida
como el fuego alegra el otoño.
Y preguntamos y pedimos
la palabra que hiere, sólo
una palabra, únicamente
esa palabra; y en el fondo
del agua, encima de las nubes,
en cada gesto, en cada gozo
que levanta la primavera
intentamos nuestro retorno.

Es imposible conseguir
detener lo que pasa en torno.
Ríos que trazan nuevos arcos
para alejarse de nosotros;
nuevas estrellas, nuevos siglos
que caen al fondo;
nuevas almas, hechas a costa
de las antiguas; sones sordos
que fueron músicas, mañanas
que cifraban lo más hermoso.
Irán perdiendo su sentido.
Las llevaremos en el fondo
eternamente secas, muertas
eternamente. (Sin los ojos
juveniles que las miraban
se irán borrando poco a poco).

Pero yo me rebelo y lucho.
Yo sostengo mi cruz al hombro,
yo sé así, cuando siento el peso,
que no estoy solo.

José Hierro



1 comentario:

  1. Preciosa acuarela y bello poema !!!. Gracias por compartirlos.


    "Vivimos como soñamos: solos"
    Joseph Conrad

    ResponderEliminar